martes, 2 de noviembre de 2010

A la quinta planta, gracias

Antes de que sonara, apagó el despertador y miró la hora. Las cinco de la tarde.

Se deshizo de las sábanas sintiendo el vello de sus brazos erizarse al contacto con el frío aire del apartamento. Se levantó y cerró la ventana alzando la persiana. La luz la cegó unos segundos, dándole la espalda.

Tras una ducha templada se sentó a la mesa de la sala con su café solo, un cigarrillo en los labios y su beretta. Desmontó el arma y la limpió para que no hubiera problema alguno al usarla. Ajustó la mirilla del arma a la foto de su último viaje a Argentina, alineándola perfectamente con la cabeza de su novio entonces. Mantuvo la vista por unos segundos dejando el arma de nuevo sobre la mesa.
Apuró su café, ajustó el arma a la cintura de su pantalón a su espalda. Se miró una última vez en el espejo de la entrada al coger el abrigo negro. Salió del departamento con calma cerrando la puerta con llave tras ella.
Su aliento tranquilo, se condensó en el aire invernal al pisar la calle.

Anduvo durante una hora por calles, callejones, parques, plazas. Sabía a dónde iba, sabía cuándo tenía que llegar. Aún tenía tiempo.
Los primeros copos comenzaron a enredarse en su pelo a las dos manzanas de su destino. Alzó la vista al cielo completamente cubierto; aquello podía resultar ser un pequeño contratiempo pero, no se iba a echar atrás. No después de tanto tiempo.

La campanilla de la puerta de la cafetería al abrirse tintineo a su paso. Con una sonrisa serena, agradeció al chico que salía que la dejara entrar primero al local. Soplando sus manos ligeramente entumecidas por el frío, se acercó a la barra.

- Un café para llevar, por favor.- Pidió a la camarera, tomando asiento en un taburete echando un vistazo rápido al local. Dejó el dinero correspondiente al café y se puso en pie de nuevo.

Salió de la cafetería, entrando en el edificio adjunto a ella. Saludó al guarda de seguridad de la entrada y se dirigió hacia la zona de los ascensores. Miró su reloj. Sonrió. Pulsó el botón de llamada y bebiendo su café espero a que llegara. Las puertas se abrieron y entró en el habitáculo seguida del hombre que acababa de entrar en el edificio.

- ¿A qué planta va?- Le preguntó mirándole.
- A la quinta, gracias.- Pulsó el 5 y el 6 para ella. Las puertas se cerraron. Sintió el móvil sonar en su bolsillo.
- ¿Le importaría…?- Le preguntó tendiéndole el vaso de café.
- Claro, sin problema.- Le contestó él sonriente.

La luz del ascensor alumbraba la cuarta planta cuando ella, sintiendo el frío de la empuñadura de su parabellum contra la palma de su mano, la sacó de su espalda y apuntó a la sien del hombre, disparándola sin darle pie a réplica.
Las puertas se abrieron en la quinta planta. Sorteando el cuerpo inerte del hombre a sus pies, e intentando no pisar el charco de sangre, salió del ascensor y dobló a su derecha hacia la escalera de incendios. Con el dorso de la mano se limpió las salpicaduras de sangre de su rostro mientras regresaba a la calle.

2 comentarios:

Equilibrista dijo...

Me gusta el relato, y me gusta cómo lo cuentas. Se ve claro la frialdad de la asesina a sueldo. Pero me quedé pensando, como si faltara algo... como si esperara una vuelta de tuerca sorprendente o algo oculto detrás de la protagonista, o quizá algo que redima a esa mujer y su actitud... Pero en fin, esas son expectativas subjetivas mías, quizás no pretendiste nada de eso, simplemente contar esa escena y dejar imaginar al lector... Bueno, esa es mi opinión :)

Saludos
Eq

Ekhi dijo...

Muchas por tu comentario Eq, siempre son bien recibidos ;)

La verdad es que escribí la escena sin pretensiones, sin una idea preconcebida, simplemente fue "verla en mi cabeza" y hacer lo posible por ponerla por escrito.
Pero nunca se sabe, quizá vuelva sobre ella y le dé a esta mujer una oportunidad de explicarse o de mantener la incertidumbre por más tiempo.

Nos vemos,

Ekhi